miércoles, 17 de diciembre de 2008

Querido Niño Jesús,


Este año no me porte bien, ¡ni por el carajo! Y no lo digo para disculparme de antemano, sino para poner las cosas en blanco y negro y así evitar que los dos perdamos el tiempo: yo excusándome y tú haciéndome ver mis errores.

Deseo comenzar agradeciéndote que mi papá haya salido ileso del ACV que lo hizo tambalearse al amanecer del 2008. Claro está, que la salud de mi gente y la prosperidad que haz puesto en ellos es cosa grande.

Gracias porque aún cuando el pobre de mi esposo ha deseado en secreto arrancarme la cabeza, no lo ha tan siquiera demostrado. Estoy consciente que las hormonas me ponen bien fastidiosa cada 28 días.

Por lo pronto te haré una petición mayor: haz un milagro y concédeme la talla 4, llévate todos los kilos de mi cuerpo que hagan falta para que esa bienaventuranza venga a mí.

Por favor, también tráenos un apartamento en Caracas que estoy hastiada de levantarme a las 04:00 am. Dicen que es bueno madrugar, pero estoy segura que quién inventó el dicho “el que madruga recoge agua clara”, sufría de insomnio y lo justificaba con esta frase.

No te pongas ingenioso trayéndome: pañitos de crochet, muñecos de cerámica de Lladró (también los odio), tampoco un escaparate, y menos un cuadro o espejo de marco dorado Rococó.

Si puedes concédenos un carro extra, el que tenemos le estamos dando mucha rosca. No espero que mi papá me herede en vida su camioneta, estoy consciente que yo saldría perdiendo con la cantidad de hijos que sumamos ya. Saco cuentas y creo que a mi me tocarían las bujías y eso sino sigue creciendo la familia. El volante es de mi hermano mayor.

Por cierto y hablando del tema, tráele a mi papá un Play Station, un Wii, un Nintendo, un tv de plasma, un DVD o algo que lo distraiga mucho para que mi herencia no se afecte aún más.

Gracias por Balú, nuestro hijo-perro nos trae muchas alegrías, excepto cuando quiere que lo paseen un domingo a las 06:00 am. Por favor, llévate sus ganas de pasear tan temprano.

Por mis amigos verdaderos te doy gracias de todo corazón. Y por los no tan verdaderos también, porque estos hacen que los primeros brillen cada vez más.

Cómo podía faltar agradecerte que mi hermano venga de visita esta navidad. Imagínate que me despierto con dolores en las piernas de tanto correr a abrazarlo en mis sueños. Si puedes regálame un viaje en el 2009 para ir a visitarlo y así conocer finalmente Ginebra y los kilómetros que la separa de Francia.

Tráele a mi esposo un negocio muy próspero, de esa manera podré dedicarme sin preocupación alguna a escribir mucho mejor más cartas como esta, considerando que estoy estudiando Escritura.

No dejes por fuera de tu bolsa muchísimo humor, del bueno claro está, para reírme con las carcajadas acostumbradas que sirven de elixir para el alma.

Para el mundo te pido buenas acciones, amor, justicia y el paso muy veloz de la crisis financiera. Tráenos la cura del SIDA, del cáncer, del Parkinson, del Alzheimer, de la tensión alta, del colesterol malo y de todas las enfermedades que se llevan tan lejos a nuestros seres queridos.

Para mi país te pido mucha cultura que nos levante, unión para vencer el mal y sabiduría para saber cómo hacerlo.

Paz, paz, paz y más paz.

Por supuesto incluye enseñanzas de todo tipo, pero no para aprender a los golpes porque así duele mucho. Me gustaría recibir muchos viajes y anécdotas, amanecer cantando de rumba con mis amigos, más navidades con mi familia y reírme de todos los disparates que se me ocurren.

Sería bueno más días como los de la fiesta de las Barbies en la bien llamada casa del ritmo y amaneceres con mi esposo como el de la fiesta con sus amigos los G.I. Joe’s

Quien te ama,

Natha

domingo, 7 de diciembre de 2008

Los Pocos Kilómetros de Francia a Suiza


En Guarenas, como cualquiera de las ciudades dormitorio que despiertan a Caracas, el tiempo transcurre distinto: el Huso Horario es diferente que en el resto del país: amanece a las 04:00 am. y a las 10:00 pm. ya es de madrugada.

Allí el sol sólo sale los fines de semana. Durante la semana al salir de casa está muy oscuro y al regresar también, por lo que me he hecho a la idea de que el sol únicamente se enciende en las ciudades en donde el movimiento es mayor y se requiere de su brillo para mantenernos despiertos, pero en las ciudades dormitorio, lógicamente, sólo se duerme. Entonces ¿para qué necesitamos el sol allá?

El viaje comienza a las 04:30 a.m. cuando enciendo el carro y arranca el día. Muchas veces el amanecer me sorprende cuando ya he llegado a Caracas y la holgura de tiempo me permite completar mis horas de sueño dentro del carro. Es inimaginable lo cómodo que puede llegar a ser una almohada de Winnie Pooh y un asiento reclinado.

Mi hermano, quien vive en Ginebra, le contaba el otro día a su profesora de francés sobre cómo es el viaje diario que debemos hacer para llegar a nuestros trabajos. Ella, del primer mundo, claro está, no le creyó. Alegaba que era imposible que si ella tardaba 45 min. de Francia a Suiza para darle su clase del día, yo tardara más de ese tiempo para transitar dentro del mismo país. Esta afirmación me hizo ver que tal vez la autopista Caracas-Guarenas en vez de 24 Km. tiene entonces 240 Km. o será qué nuestras vías son tan pequeñas como lo han sido nuestros gobernantes.

A pesar de que se me revuelve la bilis, ante La Serpiente de Monóxido que en su lento transitar se roba las horas que tengo para relajarme, cada día viajo y recolecto anécdotas en mi bitácora mental. En ese ir y venir, he notado que ni la mejor heladería del mundo debe producir helados tan suculentos como los que vende un señor al final de la Cota Mil dentro de una cava, que ocasiona unas colas fenomenales, por los clientes que recibe en el mero centro de la vía. Les aseguro que por vengarme del tráfico que produce, nunca me enteraré a qué saben sus bien cotizados helados de vasito.

Antes la Cota Mil tenía dos canales más hombrillo, pero ahora por obra de arte, tiene tres canales y punto. La Serpiente de Monóxido se comió el hombrillo y aún así sigue hambrienta. En ese lento transitar me da tiempo de admirar a nuestro Ávila, tan caraqueñísimo. Cuando lo recorro con la mirada me hace preguntar cada vez, como si estuviera en medio de una nota de éxtasis, cuántas criaturas habitarán allí, incluyendo insectos, animales, humanos, criaturas fantásticas. Seguro que si pudiéramos ver bien dentro de esa montaña encontraríamos hadas, unicornios, enanos, elfos, gigantes y así en esas, suposiciones paso las horas de mi viaje.

Durante la época de navidad en las mañanas, se pasea un señor disfrazado de San Nicolás, creo que debe ser el verdadero, que el Ávila hizo que cambiara el Polo por el trópico y vive allí. Él es idéntico al de todas los afiches navideños. Durante el resto del año también se le ve transitando la Cota Mil, pero vestido de civil. Supongo que usa su traje solo para celebrar los días de frío.

Un día por culpa del despertador, llegué a Caracas más temprano que de costumbre, para ser exacta a las 05:00 am., usualmente a esa hora el estacionamiento del edificio en donde trabajo está cerrado, no me quedó más que matar el tiempo transitando en los alrededores y a así llegué al Centro San Ignacio. Allí me conseguí con una manada saliendo de los locales luego de haber disfrutado, como pre-despacho, el concierto de Cerati. En esa fauna vi a dos chicas que parecían sacadas de la fábrica de Osmel Sousa, dándose golpes y debatiéndose el amor del "príncipe azul" que las separaba. Tal era mi ocio, que tuve que dar la vuelta a la manzana para saber en qué había parado la golpiza de esas dos doncellas: ¡Horror! Se estaban tirando vasos de vidrio. Como el príncipe azul no podía con ellas, terminó ayudándole un plebeyo de aspecto temible, que por el traje que usaba, supongo que trabajaba como seguridad del local. La humanidad de una de ellas era, al menos en tamaño, igual que la del Gorilón que ayudaba a separarlas. Pero tal era su euforia que inclusive a él, que se parecía a Mr. T, le costaba dominarla.

Último round y ¡clin!: la contienda la ganó la doncella más bajita. Al menos eso parecía cuando noté que su trofeo azul le reclamaba tan innoble espectáculo.

Segurito que en esa mañana hubo un cambio de solsticio, y por eso el amanecer se hizo eterno, o eso fue lo que entendió mi vejiga, que minutos atrás había distraído su urgencia con la historia épica. Conseguí una arepera para calmar mi apremio fisiológico. Estacioné el carro, me bajé corriendo y de cerquita me dijo un chico algo alicorado:
—Por favor mueve el carro, que me estás trancando.

Tuve que volverme a montar, quitar el tranca pedales, encenderlo y moverlo trancando a otro más. No llegaba, sentía que no iba a tener tiempo de llegar al baño. Me bajé corriendo.

Se me volvió a acercar el mismo borracho. Ante el desespero que sentía para ese momento la connotación de borracho era muy justa. Me dijo:
—Por favor, mueve el carro otra vez que ahora va a salir mi amigo —mientras lo señalaba y otro lo correteaba para que se montara.

Ahora sí, no creía llegar. Me volví a montar, esta vez me ahorré quitar el tranca pedales porque no lo había puesto. Lo moví, me bajé con cara de pocos amigos, entré directo al baño y gloria a Dios en las alturas, no mojé mi pantalón, aunque suene a cuña de Securezza.

lunes, 20 de octubre de 2008

Piel



Quería meterse en su piel para fundirse en él. No tenía manera terrenal de acercársele, para ella estaba vetado lo que le producía un gran dolor que hacía arder la perla de su corazón.

Les unía la pasión, eran cómplices sin pretensiones más allá de lo obvio. Ella no esperaba más de él, no podía esperar más. Se llenaba de vida cada vez que compartían los momentos que se dedicaban, instantes en que él desnudaba su alma y se entregaba libre, sin temores, sin conciencia.

Guardaban un pacto tácito, libre de exigencias y de reclamos. En él habían pernoctado muchas, por sus manos se habían deslizado todas, tan efímeras. En cambio ella sería para siempre y quien a pesar de sus vaivenes estaría aguardándolo, aceptando la realidad con la frialdad de su piel.

Se las pudo ingeniar para que lograra llenar sus días. Decidió dejarse guiar para escribir desde él, desde su imaginación poco normal pero tan pura y fantasiosa. Este era el medio perfecto para poder atraparlo.

Junto a él dibujó lo más incierto, lo fantástico. Desde él se inspiró para escribir. Se sumergió en su mundo. No deseba cambiarlo, lo aceptaba tal como era, con sus ataques de furia como el que se ha contenido por mucho tiempo y solo es entendido por unos pocos, con su ternura tan particular cada vez que expresaba desde su esencia todo lo que estaba en su interior. Juntos se complementaron y lo que era solo un deseo se volvió realidad cuando sucumbió a lo que tanto había tratado de enterrar, lo que tan ferozmente había negado.

Era ella el motor, estaba llena por dentro. Era él la esencia y toda la conciencia. Se dejaron llevar, escribieron así la historia que aún nadie conoce. Guardan un pacto silente del que solos pocos tienen el privilegio. No cualquiera tiene la fortuna de escribir con ella en la piel, no todos pueden sentir lo que significa poseerla y devolverle el calor que tanto anhela. Su piel guarda su firma, su huella es indeleble.

No todos los escritores la han acariciado, pero quien lo hace se consagra como tal en la exquisitez por el simple hecho de revivir su memoria, la memoria de Greta Garbo de Montblanc.


Cabaret


Se valían de su belleza para atraer al público. El premio de la noche: llevarse a una de ellas a casa.
Se escuchaba en el fondo a Edith Piaf, brillaba el ambiente art decó esa noche tan especial y glamorosa, el cielo estaba tupido de estrellas acompañado por una luna tan brillante que inundaba el corredor del lugar.
Se reunió allí toda la elite de la ciudad de Lamp. Todos se observaban y regodeaban entre sí, cualquiera hubiera podido pensar que algo ocultaban, lucían sospechosos.
Allí estaban todas, exhibiéndose bajo la luz de los reflectores que resaltaban su evidente belleza, tan desnudas, tan obvias, no solo ellas sino el público que las observaba. Todas eran deseadas, todos querían poseerlas cuando al menos a una.
Paquito y Miranda. Estos dos nunca se separaban y nadie conocía el nexo que los unía, eran el tema favorito de las tardes de té entre las señoras sedientas de ocio. Habían llegado sin rastro a la ciudad de Lamp, que era tan grande como el ojo de un guisante. Estos dos no tenían mucho tiempo de haberse infiltrado entre los lugareños.
Un año atrás Paquito le había jurado a Miranda que esa noche no se iría con las manos vacías.
Comenzó lo que era una especie de subasta.
-Buenas noches, deseo comenzar presentándoles a nuestra Marlene Dietrich, dijo el presentador.
Sí, todas tenían nombres artísticos. Ellos comenzaron a pujar para ganarla y quien se la llevó pagó una suma que justificaba su hermosura.
Guardaron a la mejor para el final de la noche. Los reflectores apuntaron para iluminarla. El presentador engoló aún más la voz para otorgarle la importancia que esta tenía.
- Su piel semeja al marfil y solo se cubre de perlas, con Ustedes nuestra muy querida Greta Garbo
Todos voltearon a verla, se comenzaron a escuchar murmullos carentes de admiración, llenos de sorpresa. El presentador volvió a llamarla al escenario pero hasta el director de escena quedó perplejo al ver que se había marchado. No estaba. Alguien la había raptado y la había liberado del cristal que la cubría.
Esa misma noche, mientras todos estaban allí reunidos Paquito y Miranda desaparecieron sin dejar huella, evidentemente ellos se la habían llevado. Nada en estos dos había sido cierto, ni siquiera sus nombres, tampoco su estilo de vida, dijo más tarde el comisionado de la policía.
Era entrada la madrugada, cuando huyeron en un convertible rojo de asientos de cuero blanco a toda velocidad, evitando ser apresados, ansiosos por estar lo más lejos posible de la ciudad de Lamp y de su gente pero sobre todo de la policía.
-No pierdas tiempo y sácala de la cajuela que quiero saber si está bien, espero que no haya sufrido ningún maltrato. Dijo él
Ella la sacó del estuche y juntos evidenciaron su belleza, inmaculada, no había sufrido daños. Para él que no hubiera podido pujar por esa pluma Greta Garbo de Montblanc bien valía el susto que habían pasado.
Días más tardes los habitantes de la ciudad aseveraron que fueron timados de muchas maneras. Estos no solo se habían llevado la estilográfica del concurso, sino que también aprovecharon el resto de la noche para llevarse de sus casas un Picasso y un Dalí que seguramente ya los tendrían colgados en la pared.

domingo, 19 de octubre de 2008

En la Punta de tus Dedos


La habitación quedaba en el patio trasero. Era allí en donde él trabajaba en medio del olor de la tierra y de las paredes húmedas y avejentadas. Había una cama muy grande, rodeada de tela de mosquitero en donde a veces descansaba, también muebles muy viejos, entre estos un gran escritorio y una silla. Del techo del cuarto contiguo colgaban murciélagos, cientos de ellos que revoloteaban siempre cerca de las seis de la tarde.
Al entrar a esa habitación, en la que se encerraba solo con sus pensamientos, quedé atónito al conseguir sangre esparcida que manchaba todas las paredes del cuarto. Era la sangre del cuerpo sin vida que recién había sujetado en sus manos y que ahora solo le acompañaba.
Él estaba en calzoncillos, montado en una silla que le hacia llegar un poco más arriba en la pared. El sonido ensordecedor de la lluvia acompañó el horror que llegó a mí al ver que con su sangre densa, oscura y de olor característico que inundaba el ambiente y se mezclaba con el resto de los olores, escribía sin mucho sentido palabras que salían de su mente, de sus manos, de sus dedos. Alcancé a verlo en el justo momento cuando escribía en la pared, con el brazo bien estirado- como queriendo llegar lo más alto posible- cada uno de sus pensamientos mientras que el cuerpo de ella, aun caliente por el contacto de haber sido poseído, yacía totalmente inerte tirado sobre la mesa. Él le daba vida, pero también había logrado arrebatársela. Se poseían mutuamente y solía referirse a ella como “su Greta Garbo”
Luego que usó su cuerpo y plasmó con su ayuda todo lo que pudo, la dejó allí, totalmente abandonada y vacía. Le había extraído hasta la última gota de su savia, depositándola en un pequeño recipiente. Con la desesperación del incomprendido, tomaba de allí lo que necesitaba con la punta de sus dedos. Se dedicó a escribir con su tinta, con su sangre, lo que nadie se había detenido a escuchar y el cuerpo comenzaba a enfriarse con la rapidez del tiempo que no se considera.
La lluvia cesó. Poco después de escucharme entrar volteó despreocupado y me miró desde lo alto de la silla, sonrió como un niño y se encogió de hombros sin justificarse, apacible, ajeno al pecado y al resto del mundo, sacándome del estado de shock en el que me había sumido el repentino aleteo de los murciélagos.
Le temblaba el pulso mientras lo ayudaba a bajar de la silla, los años le habían arrebatado la destreza que aún había en su mirada. Una vez con él abajo tomé de la mesa el cuerpo de “su Greta Garbo” en mis manos, la volví a inyectar de tinta que era su sangre y le coloqué la tapa a esa pluma Montblanc que había pasado por todas las generaciones de mi familia, la debía cuidar porque el próximo en heredarla como primogénito era yo.

domingo, 24 de agosto de 2008

De vuelta a lo básico

¿Estás allí? Corre…
No tengas miedo de voltear. La regla indica que si volteas vas a perder tiempo y caerás.
Solo síguelo. Sigue tus instintos con la profundidad a la que solo ellos te pueden conducir. Muy seguramente te desilusionarás, pero eso solo logrará retarte o si te cansas lo suficiente abandonar, eso es solo el principio.
Claro que llegarás. ¿Cuánto has hecho para poder ser o estar?
Mira con claridad.
¿Cuántas veces renunciamos a nuestros sueños? No una vez sino varias veces, en distintas etapas de nuestras vidas. A los 6 años quería ser bailarina clásica, gimnasta como Nadia Comanecci, astronauta como Neil Armstrong o publicista luego de enamorarme del comercial de los 80’s del refresco Laim Free en donde aparecía Agusanta pedaleando una bicicleta . A todas estas opciones las desfloré como a una margarita, quedándome con la primera y la última opción, pero lo que más he amado es el ballet.
Hoy en día, honestamente, me doy cuenta que la mayoría de nosotros nos pasamos la vida renunciando a lo que nos gusta: vicios, metas, sueños, objetos, personas…esta última es la que más duele.
Hemos renunciado a nosotros mismos muchas veces, nos hemos deshumanizado y perdido el contacto con lo básico, con lo esencial y tal vez en esa búsqueda es que conseguimos en las noticias historias sorprendentemente inspiradoras o sorprendentemente aterradoras.
Al parecer, lamentablemente la dignidad hoy en día tiene precio o al menos eso parece ser, cada vez que tragamos grueso para evitar explotar diciendo lo que pensamos, lo que sentimos por el temor de terminar perdiendo mucho más que “solo” la dignidad.
Mucho vemos a quien no le importa perder su mayor anhelo a cambio de nada.
Recientemente asistí a una conferencia de dos personalidades a quienes admiro mucho, el primero es, en mi opinión, el mejor bailarín de todos los tiempos: Julio Bocca y el segundo uno de los grandes músicos con mayor proyección internacional que ha tenido Venezuela: Gustavo Dudamel a ellos los entrevistaba Leonardo Padrón. Fue en muchos sentidos interesante, escuchar la opinión que tiene cada uno desde su óptica, desde el balcón donde miran las cosas.
Les preguntaban sobre su niñez, sobre los sacrificios que habían asumido para llegar a donde estaban y sobre lo precoces que habían sido. Con una clara humildad respondían cada una de las preguntas que les hacían, lo curioso estuvo en que dejaron claro que para ellos no era sacrificio, sino esfuerzo y esto seguramente pasa cuando se está muy seguro de lo que se quiere lograr en la vida.
El esfuerzo que ambos han hecho hasta ahora no ha sido cosa sencilla, pero esto no es un peso para aquel que siente verdadera pasión por lo que hace. En la seguridad de estar haciendo lo que más aman ambos coincidían que no hicieron lo mismo que sus contemporáneos, sin embargo eso no les molestaba porque habían hecho lo que más amaban.
Abandonamos nuestros anhelos para solo quedarnos en una zona de confort que se carcome los años, cuando nos damos cuenta ha pasado tanto tiempo y tantas cosas mientras estuvimos parados en el mismo sitio, sin accionar nada que nos acercara a “ese no se qué” que nos llena de tanta vida, pasión e ilusión.
Así que visto desde este balcón donde me encuentro, creo que es mejor seguir, no detenerse y dejar de auto-sabotearnos, porque si lo analizamos ya es demasiado con el freno que nos ponen las obligaciones, los compromisos e incluso quienes nos rodean como para también actuar hacia nosotros mismos con ese freno de mano que solo logra paralizarnos y ver los toros desde la barrera. Mejor brinquemos ese cerco, embarrémonos, corramos con los toros y equivoquemos, arrepintiéndonos solo de lo que dejamos de hacer y no de esos momentos que nos cortaron la respiración luego de sentir que nuestras entrañas se estremecían de vida y de emoción por vivir.
Estamos vivos carajo! No podemos enterrarnos en vida en la monotonía de lo cotidiano, de lo predecible y del miedo a equivocarnos o a ser rechazados. Así que volvamos a lo básico, corramos para no perder más tiempo.

sábado, 28 de junio de 2008

Los Amigos del Cole

Hace poco nos reunimos los amigos del Cole. No me refiero a los del bachillerato que son los más recientes sino a los anteriores, los de primaria, los primeros amigos que se tiene en la vida.
Tuve la suerte de estudiar en una escuela pública y mixta, y digo suerte porque compartí con las mejores personas que hubiera podido conocer en esa época, aprendí de todos: de los profesores, de los de la cantina, de los de dirección pero sobre todo de ellos, mis panas de la escuela.
¿Quién eras tú en esos días?, ¿Tienes idea de cómo te recuerdan?
Mis recuerdos son buenísimos, estaban un poco empolvados por los años pero afortunadamente una de las chicas usó la aspiradora y sacudió el polvo de los recuerdos y me hizo rescatar mucho de ellos.
Mis loncheras eran muy particulares y por ende motivo de risa colectiva, la única que no se reía era yo. En ese entonces me mataba de pena y ahora de risa cada vez que sacaba mi desayuno y era una arepa rellena de perico (pero si mi mamá me la podía rellenar de queso y listo!) envuelta con servilleta más papel de aluminio! “Para que las partículas de este no me hicieran daño”. Cada vez que le iba a dar un mordisquito debía quitarle la servilleta que se había pegado como piel, por la humedad del calor con que la envolvía mi mamá justo recién cocinada.
Esto sin mencionar los jugos. A cuántos de Ustedes les ponían jugo de tomate o de pepino en la lonchera. A que ninguno levanta la mano, pero a mí sí! Y siempre me conseguía con alguno que me preguntaba:
-¿De qué es tu jugo? De tomate, respondía entre dientes, para que pensaran que habían escuchado mal, seguido por un grito de AAAASSSCOOOOO más una gran risotada.
Un día pensé, hoy no me friegan y cuando me preguntaron - porque siempre había un velón o un catador de desayuno ajeno- Respondí que era de patilla, acto seguido se escucho una risotada mientras me gritaba: mentira, porque es de tomate!
Nota mental: el día que me toque preparar lonchera será de sándwich de jamón y queso, de tomar jugo de naranja, y punto! Nada de loncheras gourmet.
Pero es que acaso, entre tantas frutas que compraba mi mamá no me podía hacer el jugo de parchita –si es que se la quería dar de exótica-, de naranja o de mango para parecer más tropical aún….pero no, de TOMATE! “Y te lo tomas porque es bueno”… para quien sabe que carrizo!
Así mismo los recuerdo a ellos, con ese detalle. ¿A quién recuerdas tú? Si, tu el que está leyendo, ¿A quién recuerdas con detalle? Te cuento de ellos:
Adriana, La Amiga de todos. A veces pensaban que éramos familia solo porque ambas tenemos cabello rulo y ojos claros, pero ella era realmente preciosa. Era la amiga de todos, de hecho la que nos volvió a reunir, la que llevaba el equipo de sonido para las fiestas de fin de año y compartía cuanta travesura inventábamos. Me sorprendió mucho su memoria, recuerda cosas increíbles.
Rebequita, La más querida. Y quien no iba a quererla si era –y sigue siendo- una dulzura. Usaba el cabello súper largo y liso. Como el mío es rulo y me lo cortaban como a un varón, fantaseaba en la máxima intimidad, claro está, con una manta que simulaba ser mi cabello largo y lisito como el de ella o el de la Barbie.
John, El príncipe Azul. Era alto, rubio, lo recuerdo musculoso –como si hubiera hecho pesas- pero a esa edad, sus músculos solo estaban idealizados en mi cabeza. No pronunciaba bien la R cosa que le daba un toque sexy…e idealizado.
Francisco, El Reto ACE. Sus camisas siempre blanquitas, parecía a James Bond porque nunca se arrugaba así corriera, no se ensuciaba aun cuando se arrastraba, inclusive en educación física lucia pulcro, con un peinadito de lado del que no se salía un solo cabello de su lugar.
Atahualpa, El Cómplice. Y cómo se puede olvidar a alguien tan especial para todos, lo hemos buscado por todos los medios y no damos con él. Su letra impecable como su aspecto. Su mamá siempre esperándolo en la salida, puntual. Las tortas que ella preparaba y él llevaba para cada fiesta aun hoy las saboreo en mi memoria. Además, podrían Ustedes olvidar a alguien con este nombre, no lo creo, pero él como persona era aún más especial.
Los Hermanos Marcano, Los Excelentes. En todo lo que emprendían, ellos eran Jean Rafael y Gabriel, ambos en la misma sección. Con los mismos 20 en la boleta, les caracterizaba lo humildes que eran –cosa nada común en los alumnos de 20- buenas personas y con cantimploras full de agua y eso era lo único que no compartían con nadie. Hoy, me enteré de la lamentable muerte de Gabriel, el menor de ellos dos. Tuvo que hacerle frente al cáncer y seguro ganó la batalla, porque dejó en cada uno de nosotros una sonrisa eterna cada vez que lo recordamos, ahora debe estar en ese lugar apacible a donde llegaremos algún día.
El Profesor Gilberto, El Maestro. Sencillamente encantador, culto y sabio como Aristóteles, adorable y paciente. Me aguantaba no solo a mí que hablaba como una perica –costumbre que no se me quita aún- nos escuchaba así lo volviéramos loco, con paciencia y amor. Inclusive llegó a asistir a mis presentaciones de ballet... máximo!
Reyna y su hermana Vicle, las más carismáticas. Joselin, que se reía de cualquier cosa. Las Hermanas Duarte, quienes ganaban cuanto reinado se hacía. Gregory, el más tremendo. Joesys, el dibujante y quien me traía de cabeza solo que él nunca lo supo.
Natha, La que Escribe. Supongo que me pueden recordar porque tenían un montón de cabello y siempre andaba despeinada, eso sigue igual. Estaba involucrada en cuanta travesura se le ocurriera a cualquiera de mis compañeros, solo que me las ingeniaba para no aparecer luego fichada. Ah, se me olvidaba, siempre me copiaba en los exámenes.
En la hora de la salida, y aún no sé porque, todos pegábamos un grito y corríamos para irnos a casa. La escuela estaba bordeada por una reja en donde se guindaban todas las mamás a esperarnos, cosa que revelaba nuestra descendencia primate. Eso no pasaba con mi hermano ni conmigo, si era mi papá el encargado de buscarnos. La salida era a las 11:45, él llegaba luego de la 1:30 cuando los del turno de la tarde ya habían entrado y nosotros allí esperando…jodiendito.
En las fiestas de fin de año siempre me tocó llevar chucherías, imagino que nunca me encargaron las bebidas por la raya del jugo, pensarían: mejor no se lo encargamos, porque capaz y la señora manda de pepino, de tomate o quien sabe de qué rareza se le pueda ocurrir. Así pues, un día me dispuse a preparar una torta, yo solita. Me quedó horrible, abstracta, asentada, pero igual la cubrí de nevado, de orgullo, la llevé a la fiesta y se la comieron. Jajaja tal vez creyeron que era la venganza por la burla de los jugos.
Cuando recuerdo esto y veo el camino que he recorrido hasta hoy y el que me falta por transitar, pienso y asevero que debemos relajarnos. Por mucha perfección que busquemos, por mucho reloj presionando, por mucho que nos compliquemos con los problemas que maximizamos en el momento, nos damos cuenta luego al pasar de los años que estos no eran nada.
Terminamos cargando el morral con un montón de cosas inútiles que debemos más bien desechar, que pesan increíblemente y nos dañan profundamente. Hoy en día preferiría haberme relajado más en las horas de espera de la salida, reírme como ahora de mis desayunos y de mis peinados. Desearía que mi amigo Gabriel hubiera estudiado menos y jugado mucho más, pero tal vez esa fue su manera de ser feliz.
Hoy, deseo que mi empleo me importe menos, pero esforzándome para ser cada día mejor, que el dinero no sea una piedra de tranca, considerando que he recibido hasta en los momentos más inesperados. Deseo no perderme la fiesta de ninguno de mis seres queridos y mucho menos sus momentos de felicidad para reírnos juntos o los de tristeza para apoyarnos y aprender de ellos.
Deseo aligerar la carga que tienen “los problemas” para verlos realmente como son y no magnificados -solo magnificar los buenos momentos y las buenas personas para que el sabor de la felicidad dure más-, no perder mi tiempo que es corto –aprox. 80 años más- en cosas de las que luego solo me reiré. Guardar la seriedad en el baúl y disfrutar, porque no estamos mucho tiempo aquí y nuestros seres amados que son nuestro combustible, tampoco.

A la memoria de mi amigo Gabriel, El Magno.

jueves, 26 de junio de 2008

Los Zapatos de al Lado

Cuántas veces hemos pensado en cómo seremos mañana, en cómo será cuando lleguemos al punto que nos trazamos como meta y digamos con un suspiro de por medio ¡Llegué! Nunca, y por Dios que no sea así.

Al leer las revistas del momento, cuántos se han imaginado caminando por la Gran Manzana cargados de bolsas, vistiendo como la estrella del momento, sin que nada sea una preocupación. Quién no ha deseado en muchas oportunidades poder obtener lo anhelado, luego de haberse esforzado lo suficiente como para que el éxito no sea muy tardío.

El tiempo es realmente perfecto. Honestamente el éxito, la meta, el fin, ese punto o como lo quieran llamar, llega cuando tiene que llegar y no sólo cuando queremos. Claro está, que debemos hacer lo posible para disfrutarlo antes de que el vestidito de la revista nos luzca ridículo en el cuerpo o en los años.

Hace mucho tiempo atrás trabajaba en una empresa en que, como la mayoría de las empresas, el baño era compartido en varios cubículos. Cada uno de los paneles que formaban los cubículos llegaban hasta un poco antes del piso, por lo que le podías ver los zapatos a quien tenías al lado.

En una oportunidad yo vestía unos zapatos súper estrafalarios, eran unas botas gigantes pero realmente bellas o al menos eso pensaba en ese entonces. En fin, estaba en ese baño con mis botas puestas, bajé la mirada y me fijé en los zapatos de quien tenía al lado. Se trataba, supongo, de una señora que había llegado a donde muchos deseamos. Sus zapatos, no solo eran hermosos, sino que era evidente que nunca habían pisado nada que los ensuciara y no por nuevos, sino por el camino que habían recorrido.

Me cuestioné: ¿Será que debemos ensuciarnos primero lo suficiente para llegar a nuestro destino? Aún no lo sé, solo sé que lo estoy transitando. Algunas veces con el barro en el cuello, pero caminado con la firmeza que me dan mis botas.

Siempre creí que a mis 30 tendría la vida más encaminada, para no decir resuelta, ahora pienso y doy gracias a Dios de que no es así, de otra manera todo sería realmente aburrido. Sin ningún propósito por el cual levantarme en la mañana, sin ganas de dar gracias cada día porque estoy viva.

No niego que en mis momentos de agotamiento desearía ser como Paris Hilton, pero definitivamente no me gustaría tener todo por nada, el sabor no es el mismo. Debemos seguir adelante cuidando cada cosa con la que nos comprometemos, guardándonos la fidelidad que nos merecemos, el respeto que nos prometimos y las ganas con las que comenzamos. No decaigamos en el intento y cuando fallemos sacudámonos el polvo y sigamos adelante... Qué más nos queda, sino vivir el ahora y sólo el ahora. Total, no sabemos qué pasará tan siquiera en el próximo minuto, no lo controlamos.

Vivamos y quedémonos sin aliento por cansancio, por esfuerzo y no por aburrimiento.

Ojalá en ese transitar nos consigamos con mucha gente divina que nos enseñe, pero también con muchos que no lo sean, para así distinguir al primer grupo inclusive a distancia. Que sean estos, los menos agradables, los que nos ensucian de barro, quienes nos den la fortaleza y hagan cuestionarnos si realmente deseamos eso por lo que tanto luchamos, porque son ellos quienes nos impulsarán, quienes nos retarán, no quienes nos limpiaran el camino de maleza.

Son estos, quienes nos harán conseguir la firmeza y el balance necesario para poder apreciar los buenos momentos, los buenos amigos, el esfuerzo hecho y la meta conseguida.

Por lo pronto, me doy cuenta que por mucho dinero que invierta en mis zapatos sigo con las botas bien puestas y muy llenas de barro y les aseguro que seguiré haciendo lo posible por ponerme ese vestidito de revista que tanto anhelo, no una sino varias veces antes de que me luzca mal.

Y sé que será así cada vez que alcance lo que me propongo: las metas cortas, las largas, las profesionales, las personales, las importantes y las banales.

No nos lo tomemos tan enserio y disfrutemos más el camino, consideremos que no es el éxito lo que nos da el sabor, sino el cómo lo conquistamos.