miércoles, 17 de diciembre de 2008

Querido Niño Jesús,


Este año no me porte bien, ¡ni por el carajo! Y no lo digo para disculparme de antemano, sino para poner las cosas en blanco y negro y así evitar que los dos perdamos el tiempo: yo excusándome y tú haciéndome ver mis errores.

Deseo comenzar agradeciéndote que mi papá haya salido ileso del ACV que lo hizo tambalearse al amanecer del 2008. Claro está, que la salud de mi gente y la prosperidad que haz puesto en ellos es cosa grande.

Gracias porque aún cuando el pobre de mi esposo ha deseado en secreto arrancarme la cabeza, no lo ha tan siquiera demostrado. Estoy consciente que las hormonas me ponen bien fastidiosa cada 28 días.

Por lo pronto te haré una petición mayor: haz un milagro y concédeme la talla 4, llévate todos los kilos de mi cuerpo que hagan falta para que esa bienaventuranza venga a mí.

Por favor, también tráenos un apartamento en Caracas que estoy hastiada de levantarme a las 04:00 am. Dicen que es bueno madrugar, pero estoy segura que quién inventó el dicho “el que madruga recoge agua clara”, sufría de insomnio y lo justificaba con esta frase.

No te pongas ingenioso trayéndome: pañitos de crochet, muñecos de cerámica de Lladró (también los odio), tampoco un escaparate, y menos un cuadro o espejo de marco dorado Rococó.

Si puedes concédenos un carro extra, el que tenemos le estamos dando mucha rosca. No espero que mi papá me herede en vida su camioneta, estoy consciente que yo saldría perdiendo con la cantidad de hijos que sumamos ya. Saco cuentas y creo que a mi me tocarían las bujías y eso sino sigue creciendo la familia. El volante es de mi hermano mayor.

Por cierto y hablando del tema, tráele a mi papá un Play Station, un Wii, un Nintendo, un tv de plasma, un DVD o algo que lo distraiga mucho para que mi herencia no se afecte aún más.

Gracias por Balú, nuestro hijo-perro nos trae muchas alegrías, excepto cuando quiere que lo paseen un domingo a las 06:00 am. Por favor, llévate sus ganas de pasear tan temprano.

Por mis amigos verdaderos te doy gracias de todo corazón. Y por los no tan verdaderos también, porque estos hacen que los primeros brillen cada vez más.

Cómo podía faltar agradecerte que mi hermano venga de visita esta navidad. Imagínate que me despierto con dolores en las piernas de tanto correr a abrazarlo en mis sueños. Si puedes regálame un viaje en el 2009 para ir a visitarlo y así conocer finalmente Ginebra y los kilómetros que la separa de Francia.

Tráele a mi esposo un negocio muy próspero, de esa manera podré dedicarme sin preocupación alguna a escribir mucho mejor más cartas como esta, considerando que estoy estudiando Escritura.

No dejes por fuera de tu bolsa muchísimo humor, del bueno claro está, para reírme con las carcajadas acostumbradas que sirven de elixir para el alma.

Para el mundo te pido buenas acciones, amor, justicia y el paso muy veloz de la crisis financiera. Tráenos la cura del SIDA, del cáncer, del Parkinson, del Alzheimer, de la tensión alta, del colesterol malo y de todas las enfermedades que se llevan tan lejos a nuestros seres queridos.

Para mi país te pido mucha cultura que nos levante, unión para vencer el mal y sabiduría para saber cómo hacerlo.

Paz, paz, paz y más paz.

Por supuesto incluye enseñanzas de todo tipo, pero no para aprender a los golpes porque así duele mucho. Me gustaría recibir muchos viajes y anécdotas, amanecer cantando de rumba con mis amigos, más navidades con mi familia y reírme de todos los disparates que se me ocurren.

Sería bueno más días como los de la fiesta de las Barbies en la bien llamada casa del ritmo y amaneceres con mi esposo como el de la fiesta con sus amigos los G.I. Joe’s

Quien te ama,

Natha

domingo, 7 de diciembre de 2008

Los Pocos Kilómetros de Francia a Suiza


En Guarenas, como cualquiera de las ciudades dormitorio que despiertan a Caracas, el tiempo transcurre distinto: el Huso Horario es diferente que en el resto del país: amanece a las 04:00 am. y a las 10:00 pm. ya es de madrugada.

Allí el sol sólo sale los fines de semana. Durante la semana al salir de casa está muy oscuro y al regresar también, por lo que me he hecho a la idea de que el sol únicamente se enciende en las ciudades en donde el movimiento es mayor y se requiere de su brillo para mantenernos despiertos, pero en las ciudades dormitorio, lógicamente, sólo se duerme. Entonces ¿para qué necesitamos el sol allá?

El viaje comienza a las 04:30 a.m. cuando enciendo el carro y arranca el día. Muchas veces el amanecer me sorprende cuando ya he llegado a Caracas y la holgura de tiempo me permite completar mis horas de sueño dentro del carro. Es inimaginable lo cómodo que puede llegar a ser una almohada de Winnie Pooh y un asiento reclinado.

Mi hermano, quien vive en Ginebra, le contaba el otro día a su profesora de francés sobre cómo es el viaje diario que debemos hacer para llegar a nuestros trabajos. Ella, del primer mundo, claro está, no le creyó. Alegaba que era imposible que si ella tardaba 45 min. de Francia a Suiza para darle su clase del día, yo tardara más de ese tiempo para transitar dentro del mismo país. Esta afirmación me hizo ver que tal vez la autopista Caracas-Guarenas en vez de 24 Km. tiene entonces 240 Km. o será qué nuestras vías son tan pequeñas como lo han sido nuestros gobernantes.

A pesar de que se me revuelve la bilis, ante La Serpiente de Monóxido que en su lento transitar se roba las horas que tengo para relajarme, cada día viajo y recolecto anécdotas en mi bitácora mental. En ese ir y venir, he notado que ni la mejor heladería del mundo debe producir helados tan suculentos como los que vende un señor al final de la Cota Mil dentro de una cava, que ocasiona unas colas fenomenales, por los clientes que recibe en el mero centro de la vía. Les aseguro que por vengarme del tráfico que produce, nunca me enteraré a qué saben sus bien cotizados helados de vasito.

Antes la Cota Mil tenía dos canales más hombrillo, pero ahora por obra de arte, tiene tres canales y punto. La Serpiente de Monóxido se comió el hombrillo y aún así sigue hambrienta. En ese lento transitar me da tiempo de admirar a nuestro Ávila, tan caraqueñísimo. Cuando lo recorro con la mirada me hace preguntar cada vez, como si estuviera en medio de una nota de éxtasis, cuántas criaturas habitarán allí, incluyendo insectos, animales, humanos, criaturas fantásticas. Seguro que si pudiéramos ver bien dentro de esa montaña encontraríamos hadas, unicornios, enanos, elfos, gigantes y así en esas, suposiciones paso las horas de mi viaje.

Durante la época de navidad en las mañanas, se pasea un señor disfrazado de San Nicolás, creo que debe ser el verdadero, que el Ávila hizo que cambiara el Polo por el trópico y vive allí. Él es idéntico al de todas los afiches navideños. Durante el resto del año también se le ve transitando la Cota Mil, pero vestido de civil. Supongo que usa su traje solo para celebrar los días de frío.

Un día por culpa del despertador, llegué a Caracas más temprano que de costumbre, para ser exacta a las 05:00 am., usualmente a esa hora el estacionamiento del edificio en donde trabajo está cerrado, no me quedó más que matar el tiempo transitando en los alrededores y a así llegué al Centro San Ignacio. Allí me conseguí con una manada saliendo de los locales luego de haber disfrutado, como pre-despacho, el concierto de Cerati. En esa fauna vi a dos chicas que parecían sacadas de la fábrica de Osmel Sousa, dándose golpes y debatiéndose el amor del "príncipe azul" que las separaba. Tal era mi ocio, que tuve que dar la vuelta a la manzana para saber en qué había parado la golpiza de esas dos doncellas: ¡Horror! Se estaban tirando vasos de vidrio. Como el príncipe azul no podía con ellas, terminó ayudándole un plebeyo de aspecto temible, que por el traje que usaba, supongo que trabajaba como seguridad del local. La humanidad de una de ellas era, al menos en tamaño, igual que la del Gorilón que ayudaba a separarlas. Pero tal era su euforia que inclusive a él, que se parecía a Mr. T, le costaba dominarla.

Último round y ¡clin!: la contienda la ganó la doncella más bajita. Al menos eso parecía cuando noté que su trofeo azul le reclamaba tan innoble espectáculo.

Segurito que en esa mañana hubo un cambio de solsticio, y por eso el amanecer se hizo eterno, o eso fue lo que entendió mi vejiga, que minutos atrás había distraído su urgencia con la historia épica. Conseguí una arepera para calmar mi apremio fisiológico. Estacioné el carro, me bajé corriendo y de cerquita me dijo un chico algo alicorado:
—Por favor mueve el carro, que me estás trancando.

Tuve que volverme a montar, quitar el tranca pedales, encenderlo y moverlo trancando a otro más. No llegaba, sentía que no iba a tener tiempo de llegar al baño. Me bajé corriendo.

Se me volvió a acercar el mismo borracho. Ante el desespero que sentía para ese momento la connotación de borracho era muy justa. Me dijo:
—Por favor, mueve el carro otra vez que ahora va a salir mi amigo —mientras lo señalaba y otro lo correteaba para que se montara.

Ahora sí, no creía llegar. Me volví a montar, esta vez me ahorré quitar el tranca pedales porque no lo había puesto. Lo moví, me bajé con cara de pocos amigos, entré directo al baño y gloria a Dios en las alturas, no mojé mi pantalón, aunque suene a cuña de Securezza.