lunes, 8 de octubre de 2012

Esto Aùn No Termina


Me aturde el grito ahogado de esta mañana en las calles. El dolor que desborda las alcantarillas, sale de ventanas y puertas, de un sol que no calienta.

Mi país, nuestra Venezuela querida sigue existiendo mientras cada uno de nosotros la vivamos en nuestra piel, en nuestra alma y desde nuestras entrañas. Como la madre que pare a un hijo con el dolor más agudo que se pueda sentir, para luego disfrutarlo el resto de la vida.

Cómo me puedo creer una victoria en donde (según el CNE) más de la mitad del país votó por la opción que nos tiene en ruinas, pero que la mitad de mi comunidad no celebró. Al menos en donde yo vivo —Guarenas, cuna del socialismo— unos muy pocos celebraban, como cuando se murió el vecino y se debe respetar el luto: en mi edificio de 20 apartamentos, sólo 2 celebraban; en mi conjunto de 20 edificios se escuchaban 3 apartamentos celebrando más un carro que pasó y al que nadie le hizo caso. ¿En dónde estaba entonces esa mitad?

¿Qué pasó con las caras largas de el comando Carabobo y el vacío en ese teatro? ¿Qué pasó con un Diosdado ambidiestro escribiendo por Blackberry abandonando la mesa en 3 oportunidades? ¿Qué pasó con la risa del Dr. Siniestro mientras hablaba y le pedía a Diosdado que aplaudiera? ¿Qué pasó con la cara de un chofer que no sabe disimular? ¿Qué pasó con el Potro rogando y apretando los ojos? Seguimos en ese mismo teatro, porque al menos yo veo un montaje muy maquiavélico.

La morgue ya parece una terminal, con familiares esperando afuera. Las vías que orgullosamente llevan la cara del mediocre, son reflejo exacto del tipo de gobierno que escogieron algunos ayer, en donde muchos han perdido la vida.

El tiempo de Dios es perfecto; debemos seguir aprendiendo como nación porque el final de estos tiempos malignos está mucho más cerca de los 6 años que nos impusieron. Se les olvida el poder del Altísimo, que no se nos olvide a nosotros también y menos después de la lección de humildad, fuerza y nobleza que nos volvió a regalar Henrique Capriles anoche. Dios bendiga a Venezuela y a cada uno de nosotros. Fuerza y sigamos adelante sin perder pisada.

domingo, 22 de julio de 2012

¡El Tráfico Me Convirtió en Cantante!


“Multiplicaos y llenad la tierra”, pero faltó aclarar: “...y antes hagan nuevas vías”. 
Cada día siento que mi ciudad está sobrepoblada, atiborrada de gente, aún estando muy lejos de India y  China. Pareciera que todos van al mismo lugar que yo, como si viviéramos todos en la misma urbanización y trabajáramos en la misma empresa.  Es casi como sufrir de delirio-persecución.
Ahora todos podemos pasar fácil 2 horas para llegar de un lugar a otro dentro de la misma ciudad, por lo que es altamente recomendable escuchar música y cantar tan alto que quien vaya en el carro de al lado te oiga y creas que estás tan desquiciada que mejor te deja pasar primero.
Pon la canción que más se adapte al estado del tiempo, que a su vez está relacionado directamente con el estado anímico y viceversa. Mírate en el retrovisor y canta durísimo que no hay nada que perder, de pronto y cuando menos lo esperes terminarás en otra cola: la cola del casting de un nuevo reality show del momento.
Madrugas, te emperifollas, llegas sin mucho tráfico porque aún ni amanece y te metes en la cola del casting. Allí conseguirás mucha gente vocalizando creyendo que se las saben todas, pero ¡No! porque resulta ser que no cuentan con que practicas dos veces al día todos los días de tu vida. Pasan las horas, cae el cansancio, el hambre y la desilusión porque si no escogieron al doble de Pavaroti menos te escogerán a ti. Como todos en la fila tienen hambre alguien comenta que “casualmente” llegó al supermercado aceite y harina. Sales corriendo abandonando así el sueño de ser la nueva Amy Winehouse y te metes en una nueva cola: la del supermercado.
Ibas solo por harina y aceite, pero te percatas que también hay azúcar, cuando acuerdas tienes el carrito repleto de cosas y ya la caja de 10 artículos no te funciona. Te toca hacer la cola de tutto il popolo que se pierde entre los anaqueles. Fastidiada llamas a tu mamá con voz de heroína y le hablas de tu gran hallazgo a lo que te responde — esta mañana conseguí—. Dejas el carrito abandonado en cualquier pasillo. Ya casi famélica vas a comer en la feria de ese centro comercial y haces una nueva cola: pagar con débito.
Luego de responder el tamaño y relleno de tu sandwich te ves atascada en una fila de gente hambrienta y deseosa de que los cajeros no se equivocaran al marcar la cédula y el comprador no se equivocara al colocar la clave. Antes era más sencillo, la gente compraba y paga con billetes. Ahora todos pagamos con plástico y eso ha producido muchas complicaciones. Luego de comer es bueno distraerse con alguna peliculita. Por lo que subes hasta el cine para conseguir algo que te despeje de un día tan infructuoso.
 Observas los carteles y terminas en una gran fila de gente que se le antojo también ir al cine. Mismo procedimiento de pago de todos quienes están delante de ti, por fin te toca pasar y compras el ticket que ahora incluye las cotufas. Feliz vas a la tienda de chucherías y ¿Adivina qué? hay cola peor que la del ticket para comprar un refresco y retirar tus cotufas. Gastas más de 30 minutos allí. Luego de ver la película, sales feliz pero ¡Oh sorpresa! harás una nueva cola: pagar el ticket de estacionamiento con el dinero que retiraste de un cajero en donde también hiciste cola.
— Señora, ¿Tiene sencillo?— 
— Caramba, no. El cajero me dio ese billete—
— Entonces póngase a un ladito hasta que me llegue el sencillo, para darle el vuelto—
Finalmente llegas a tu carro, y hay otra cola más para salir del estacionamiento. Como saliste en hora pico, mejor canta porque si largas la vista estará una serpiente de la misma gente que vive en tu urbanización y trabaja en tu empresa que se le antojó salir ese día a ver la misma película.
Mejor, la próxima vez invita a tus amigos a una noche de Karaoke, encárgales que traigan: aceite para los tequeños, azúcar para unos cocteles, harina para unas arepas a medianoche y cuando se aburran de cantar pongan una película que compraste en la cola de la autopista.

domingo, 15 de julio de 2012

Un Asunto de Peso


Engordar es malísimo, pero engordar en Venezuela es casi catastrófico.
Los comentarios que escuchas son de contexto funerario: —Tan bonita que era—, — ¿Qué le habrá pasado?—. Acaso no se dan cuenta que eso suena casi igual a preguntar ¿de qué murió? Otro lapidario es: —niña, te descuidaste—, como si se tratará de un bisteck que se pasó de cocción mientras chismeabas.
Es innegable que no hay cosa más sabrosa que verse al espejo y sentirse feliz de cómo luce la ropa en uno. O ir a la playa jurándote parte del elenco de Bay Watch e inclusive sentir que los pasillos de tu oficina son la pasarela de un gran diseñador.
Este es un país de Misses. Las niñas quieren ser Misses al crecer. Las mamás de las niñas se inventaron el Señora Venezuela para poder seguir concursando en algo que no les sentara ridículo en la edad. Si te paras en un esquina pasan 30 mujeres más bellas que la actriz del momento. Para nosotros los venezolanos, Jennifer López no es más que una culona billetuda en un país de esmirriadas; en cualquier supermercado verás un pompi mejor que el de ella, con una cara muchísimo más atractiva.
Otra curiosidad es ver que muchas personas nacen con poderes sobrenaturales: el del peso del ojo: —Mija, tu te has echado encima como 10 kilos—. O si tienen tiempo sin verte te regalarán esta perla: —¿Estás haciendo dieta? porque te has quitado como 5 kilos—, lo asombroso es que aciertan, nunca fallan y juran que diciéndote eso hicieron la buena acción del día. 
Los allegados se sienten con el deber constitucional, con la obligación moral de recordarte que te has aumentado de peso y empiezan a decirte que Fulana hizo la dieta de la sopa de repollo, que Mengana va con el Dr. Tal, que Sutana está en el hueso comiendo 5 veces al día.
Es más, muchas veces hasta creen que los espejos de la casa se fueron de huelga y dicen cosas como: —Mi bella, estás gordísima—. ¿Será que de verdad la gente cree que uno no se ha percatado en esta minucia? Que el pantalón que te servía la semana pasada ya no te entra solo porque un huésped miserable que se esconde en la oscuridad de tu closet cose la ropa y le quita una talla por semana
Se sufre de verdad y lo repito para reiterarlo: se sufre. Nada te sirve, tu ropa lleva rato llevando polvo colgada, la luz de la habitación deja de funcionar, comienzas a repetir el mismo atuendo cual uniforme porque no te resignas a tu nueva arquitectura corporal. Y entonces, es en ese momento que decides hacer algo: ir al gimnasio y comenzar una nueva dieta que “sí funcione” y que claro está, empezará como siempre un día lunes. 
Ese fin de semana te comerás cuanta cosa te pase por el frente porque en dos días irás al paredón. Llega el lunes y como tu amiga cumplía años no pudiste rechazar su torta, eso no se le hace a una amiga. Te dices a ti misma: —bueno, comienzo mañana—. Martes: cumples con la rebanada de pan el desayuno, en el almuerzo  te caes a lechuga y a media tarde te llama tu mamá para que pases por su casa a resolver una cosita y te recibe con par de arepas, caraotas, periquito, queso y te dice que ya has bajado lo suficiente cuando ni siquiera has comenzado. El miércoles te toca un curso en un hotel y tu día se llena de refrigerios, postres y rebozados. Así como quien se hace el loco llegamos a jueves y nos decimos —¿Cuánto queda de semana? ¡Nada! Entonces mejor sigo comiendo como vamos, porque el lunes que viene sí empezaré la dieta.—
Otro fenómeno es que de pronto todos cuantos te rodean se convirtieron en endocrinos y se empecinan en que te chequees la tiroides. Vas, te haces cuanta prueba haga falta, y esperas en el fondo más recóndito que la tiroides te esté echando broma para echarle la culpa a algo. El doctor sentencia: —Todo perfecto, haga dieta y ejercicio—.
No estoy de acuerdo en apoyar eso que tan elegantemente llaman “peso real” porque no acabaré de resignarme nunca, aunque siga repitiendo la misma ropa cada día y recibiendo regalos cuatro tallas más grande de la que en realidad soy. Tampoco quiero seguir escuchando a los aburridos Ojo e’ balanza. Al fin y al cabo lo que importa es lo que haya en la cabeza ¿O no? y particularmente tengo una gran corona no es de Miss sino de Reina porque flaca o gorda el tumbao´ se lleva por dentro.

domingo, 8 de julio de 2012

¡No lo Niegues!


Estudios científicos sostienen que todos decimos de 2 a 10 mentiras cada diez minutos. En criollito: somos mentirosísimos. Aunque no vaya a faltar quien diga asombrado ¿Yooooo? Yo, no digo mentiras jamás.
En nuestras cotidianidades nos vemos obligados a hacerlo: Te ves fabulosa. El tinte no te quedó naranja. Qué bien canta. Es la novia más hermosa que he visto. Mija, él cambiará ya verás que en cualquier momento madura. Te quedó riquísimo. No que va tu no estás gorda, eso es que te tienen envidia. Olerá mal, pero ese no fue mío.
Así mismo lo aplicamos al tráfico: ya voy llegando cuando aún estás en la ducha o el carro se accidentó cuando en realidad te quedaste dormido. Si no otras como: No recibí tu pin, se me borraron los contactos, el mail nunca me llegó, anoté mal tu número o te lo entregué en tus manos ¿Recuerdas?.
Estas son situaciones sobre las que danzamos todos los días, jurando que somos los únicos quienes las hacemos y que además nos las estamos comiendo. ¡Oh sorpresa! todos hemos caído en lo mismo varias veces en nuestras vidas aunque se lo neguemos erguidos al mundo.
Acaso te has bañado todos los domingos de tu vida o quien no ha llorado despechado mientras conduce haciéndose el harakiri con la canción más triste.
Otra más, las promesas a uno mismo: no vuelvo a tomar, desde el lunes arranco la dieta, no lo volveré a llamar, no le volveré a atender, no lo volveré a hacer, pisando enero y arrancando el gimnasio, no volveré a gastar tanto en unos zapatos, al cobrar el bono dejaré las tarjetas en cero, ahora sí terminamos para nunca mas volver.
Hay mentiras con las que nos consolamos: la fulana esa no es más bonita que tú. Tranquila amiga, que ese se fastidiará de ella rapidito, ya verás. El golpe que le diste al carro tampoco está tan feo. El embarazo te ha puesto radiante. En serio peso 50 kilos.
Las mentiras cómplices son por demás peligrosas porque no sabes que parte adelantaron antes de tú entrar al juego: — Sí mi amor, yo estaba con Luis. Llámalo y pregúntale para que tu veas que no te estoy mintiendo mi reina—
Pero así mismo hay verdades tan contundentes que entonces producen un terremoto emocional: Fulana tú me gustas de más. Tú a mí no me haces ni plín, te quiero como un amigo. Cada uno es de un papá diferente. Dejé de quererte, pero podemos ser amigos. Bueno es verdad, ustedes eran amigas, pero ahora dejé de quererte a ti para quererla a ella, se comprensiva.
A veces la mentira es la opción más sana y si nos remitimos a los estudio entonces no está ni tan mal decir una metirijilla de vez en cuando. 


Otra opción sería contradecir la evidencia científica, y proponernos decir solo una mentira al día, que sea tan contundente que abarque todas, pero que no sea tan grave como para complicarnos la vida: Bésame mi amor, hoy me cepillé los dientes cada vez que comí.
Lo cierto es que nos estresamos por cosas que finalmente hacemos todos en mayor o menor proporción, probablemente llevaríamos las cosas más sanas si no somos tan estrictos con nosotros mismos. Una mentirita blanca o beige — como tono tope— nos hará sentir en la cresta de la ola sin que las consecuencias sean mayores.
Por cierto hoy es domingo y ya me bañé.

domingo, 10 de junio de 2012

Sin Afán


Todos los días llegan y todo pasa.  
Me rindo, de verdad lo hago y no por no querer seguir adelante, sino todo lo contrario. Me rindo ante la terquedad de querer lograr las cosas  inorgánicamente.
El esfuerzo diario es necesario, al final de cada meta podemos sentir propio el resultado. Saber que si fue bueno o malo es la respuesta que obtuvimos por cuanto entregamos. Claro que no es ley y muchas veces luego de esforzarnos mucho no logramos lo que tanto anhelamos.
Cuando esto último es lo que nos ocurre, más adelante agradeceremos que haya sido así. Nada en la vida es casualidad y eso pues, a decir verdad, lo he aprendido luego de muchas “coincidencias”.
Por tanto, es mejor vivir el camino con intensidad porque no sabemos si estaremos para el resultado. Es posible que cuando llegue hayamos cambiado de meta, de parecer, de gusto, de sentido y ya no valoremos lo que tanto quisimos lograr.
Muchas veces al pasar el tiempo nos alejamos de quienes han sido importantes, de pronto cada quien escoge tomar la píldora roja o la azul para seguir con el próximo paso. ¿Siguen siendo importantes? Definitivamente sí, en buena parte nos hacen ser quienes somos. De todos aprendemos y en el ocaso de nuestro camino podremos recordar que tan bien o mal lo pasamos.
Estos tiempos de carrera nos convierten en aprehensivos, pero si no dejamos ir libremente entonces las cosas buenas tardarán exactamente lo mismo para llegar. Como si de una balanza en busca de equilibrio se tratara: sueltas lo malo para llenarlo con lo bueno; lo que está en desuso para llenarnos de ingenio. 
Por eso es que me rindo. Dejo a un lado la terquedad y que pase lo que tenga que pasar para evolucionar.
Esto está medio hippie.
Namasté. 

sábado, 2 de junio de 2012

Rueda de Ratas


La rutina es tan densa y corrosiva que siempre ahoga pensamientos, sentimientos, anhelos, acciones.
Otras veces no es más que el exceso de sentimientos aglutinados en la traquea que no te dejan ni tragar.
Que si esto, que si aquello, lo que falta, lo que sobra. Lo que tienes y lo que no.
Encontrarme.
Encontrarte.
Correr en la rueda de las ratas cada día en sentido opuesto de la esencia de todo. Ya debo descansar, respirar. Parar.
Respirar.
Vivir...