miércoles, 25 de junio de 2008

Mientras dure este día

Tranquila que es una jodedera, así que no tengas miedo de escribir que no se trata del Premio Nobel de literatura o del Pulitzer. Puedes escribir una carta de amor a lo que te dé la gana, a lo que más te guste.

Desde ese momento ese consejo que me dio mi papá rebotaba en mi cabeza, coñazito aquí y coñazito allá como pelotita de ping pong, porque tal vez era ese el consejo, la forma exacta, como se debe asumir la vida.

Supongo que justo antes de venir a la tierra nos dan esa advertencia, pero luego que nacemos se nos olvida el asunto y nos complicamos la existencia. La cosa no es tan difícil, el asunto se trata de conseguir invertir nuestras vidas en algo útil que nos guste, disfrutarlo y además vivir de ello. Al menos unos cuantos lo han tenido presente: Santana, jugando pelota; Picasso, pintando; El Gabo, escribiendo, Paloma Herrera, bailando y otros tantos más anónimos pero absortos en su esencia, esa que nos hace transpirar.

Y al final de la jornada, haber apreciado tanto la vida que el ocaso nos llegue sin culpas y sin quejas, tal como ocurre en los matrimonios largos, en los que las parejas se terminan enamorando de sus diferencias o al menos disfrutándolas y gozando un puyero con sus defectos.

Esta carta de amor, va para todos los que en algún momento se tomaron la cosa con tal seriedad que se olvidaron realmente que lo tenían que disfrutar, amar e incluso respirar. La escribo con amor, a las personas que se les nubló el camino y para aquellos que perdieron su propósito e incluso a los que aún no lo han descubierto.

Pero sobre todo, te la escribo a ti, mi amor, que me enseñaste esto con la ligereza de quien se hace el loco y con la sabiduría de los que viven sin afán.

Ahora puedo estar más tiempo en el presente y como una norma de Alcohólicos Anónimos: “vivir un día a la vez”. Ya basta de preguntarte, como si estuviéramos sentenciados a muerte ¿Cuánto tiempo crees tu que dure lo nuestro? Porque no importa si nos queda un solo día juntos si lo disfrutamos a lo César Miguel Rondón “haciendo de este día, el mejor día posible”, respirándolo con toda intensidad. Porque quién sabe si es de ti de quien me reiré cuando nos lleguen las canas diciéndote:
-¡Viejo, gracias a Dios que sigues salpicando el baño por mala maña o mala puntería y no por esos problemas de la próstata!

O cuando tú recostado en la cama, como lo haces ahora, me digas en mis momentos de evaluación frente al espejo:

-Mi amor ¿De que te quejas? ¡Si estás bella!

Y yo te responda muerta de risa:

-Ja, ja, tanta importancia que le di a la celulitas e igual con o sin ella se me cayó el “pellejo” y tu me sigues viendo de la misma manera
O cuando la presbicia nos haga arrodillarnos buscando los lentes y terminemos muertos de risa porque luego de media hora de angustia, descubramos que siempre los tuve puesto en la cabeza de cintillo, aguantando esas canas cansadas de tinte.
E incluso, ya arrastrando las pantuflas (porque eso es lo que usan los viejitos) me busques ese vasito de agua que te pido todas las noches justo antes de rendirme ante el arrullo de Morfeo.

Y nos refiramos a la nueva tecnología como “la cosa esa que usan los jóvenes”
Si todo este tiempo ha pasado y seguimos sintiendo intenso ¿qué importa si mañana me quieras igual? Como Florentino Ariza, si ahora me amas con profundidad.
No sé si el asunto del amor y las endorfinas es cierto o si el amor científicamente dura solo 3 años y luego es costumbre, sin contar que cada día se nos agotan las referencias, contradiciendo nuestra naturaleza, nuestra orden de “amarnos los unos a los otros”.
Hoy solo se que al verte mi estómago parece un mariposario y que al menos, hoy, te amo como cuando tenía 17.


Mientras dure este día,


Natha.

1 comentario:

Unknown dijo...
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