domingo, 15 de julio de 2012

Un Asunto de Peso


Engordar es malísimo, pero engordar en Venezuela es casi catastrófico.
Los comentarios que escuchas son de contexto funerario: —Tan bonita que era—, — ¿Qué le habrá pasado?—. Acaso no se dan cuenta que eso suena casi igual a preguntar ¿de qué murió? Otro lapidario es: —niña, te descuidaste—, como si se tratará de un bisteck que se pasó de cocción mientras chismeabas.
Es innegable que no hay cosa más sabrosa que verse al espejo y sentirse feliz de cómo luce la ropa en uno. O ir a la playa jurándote parte del elenco de Bay Watch e inclusive sentir que los pasillos de tu oficina son la pasarela de un gran diseñador.
Este es un país de Misses. Las niñas quieren ser Misses al crecer. Las mamás de las niñas se inventaron el Señora Venezuela para poder seguir concursando en algo que no les sentara ridículo en la edad. Si te paras en un esquina pasan 30 mujeres más bellas que la actriz del momento. Para nosotros los venezolanos, Jennifer López no es más que una culona billetuda en un país de esmirriadas; en cualquier supermercado verás un pompi mejor que el de ella, con una cara muchísimo más atractiva.
Otra curiosidad es ver que muchas personas nacen con poderes sobrenaturales: el del peso del ojo: —Mija, tu te has echado encima como 10 kilos—. O si tienen tiempo sin verte te regalarán esta perla: —¿Estás haciendo dieta? porque te has quitado como 5 kilos—, lo asombroso es que aciertan, nunca fallan y juran que diciéndote eso hicieron la buena acción del día. 
Los allegados se sienten con el deber constitucional, con la obligación moral de recordarte que te has aumentado de peso y empiezan a decirte que Fulana hizo la dieta de la sopa de repollo, que Mengana va con el Dr. Tal, que Sutana está en el hueso comiendo 5 veces al día.
Es más, muchas veces hasta creen que los espejos de la casa se fueron de huelga y dicen cosas como: —Mi bella, estás gordísima—. ¿Será que de verdad la gente cree que uno no se ha percatado en esta minucia? Que el pantalón que te servía la semana pasada ya no te entra solo porque un huésped miserable que se esconde en la oscuridad de tu closet cose la ropa y le quita una talla por semana
Se sufre de verdad y lo repito para reiterarlo: se sufre. Nada te sirve, tu ropa lleva rato llevando polvo colgada, la luz de la habitación deja de funcionar, comienzas a repetir el mismo atuendo cual uniforme porque no te resignas a tu nueva arquitectura corporal. Y entonces, es en ese momento que decides hacer algo: ir al gimnasio y comenzar una nueva dieta que “sí funcione” y que claro está, empezará como siempre un día lunes. 
Ese fin de semana te comerás cuanta cosa te pase por el frente porque en dos días irás al paredón. Llega el lunes y como tu amiga cumplía años no pudiste rechazar su torta, eso no se le hace a una amiga. Te dices a ti misma: —bueno, comienzo mañana—. Martes: cumples con la rebanada de pan el desayuno, en el almuerzo  te caes a lechuga y a media tarde te llama tu mamá para que pases por su casa a resolver una cosita y te recibe con par de arepas, caraotas, periquito, queso y te dice que ya has bajado lo suficiente cuando ni siquiera has comenzado. El miércoles te toca un curso en un hotel y tu día se llena de refrigerios, postres y rebozados. Así como quien se hace el loco llegamos a jueves y nos decimos —¿Cuánto queda de semana? ¡Nada! Entonces mejor sigo comiendo como vamos, porque el lunes que viene sí empezaré la dieta.—
Otro fenómeno es que de pronto todos cuantos te rodean se convirtieron en endocrinos y se empecinan en que te chequees la tiroides. Vas, te haces cuanta prueba haga falta, y esperas en el fondo más recóndito que la tiroides te esté echando broma para echarle la culpa a algo. El doctor sentencia: —Todo perfecto, haga dieta y ejercicio—.
No estoy de acuerdo en apoyar eso que tan elegantemente llaman “peso real” porque no acabaré de resignarme nunca, aunque siga repitiendo la misma ropa cada día y recibiendo regalos cuatro tallas más grande de la que en realidad soy. Tampoco quiero seguir escuchando a los aburridos Ojo e’ balanza. Al fin y al cabo lo que importa es lo que haya en la cabeza ¿O no? y particularmente tengo una gran corona no es de Miss sino de Reina porque flaca o gorda el tumbao´ se lleva por dentro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nathaly te dejo esto:

http://diarioerato.blogspot.com/2012/07/cuentos-de-obesos.html


Hernán Lameda

Kari-Kari dijo...

Hola Natha! Está buenísima esta entrada. Me reí un montón. Muchos besos!!

Karina