lunes, 20 de octubre de 2008

Piel



Quería meterse en su piel para fundirse en él. No tenía manera terrenal de acercársele, para ella estaba vetado lo que le producía un gran dolor que hacía arder la perla de su corazón.

Les unía la pasión, eran cómplices sin pretensiones más allá de lo obvio. Ella no esperaba más de él, no podía esperar más. Se llenaba de vida cada vez que compartían los momentos que se dedicaban, instantes en que él desnudaba su alma y se entregaba libre, sin temores, sin conciencia.

Guardaban un pacto tácito, libre de exigencias y de reclamos. En él habían pernoctado muchas, por sus manos se habían deslizado todas, tan efímeras. En cambio ella sería para siempre y quien a pesar de sus vaivenes estaría aguardándolo, aceptando la realidad con la frialdad de su piel.

Se las pudo ingeniar para que lograra llenar sus días. Decidió dejarse guiar para escribir desde él, desde su imaginación poco normal pero tan pura y fantasiosa. Este era el medio perfecto para poder atraparlo.

Junto a él dibujó lo más incierto, lo fantástico. Desde él se inspiró para escribir. Se sumergió en su mundo. No deseba cambiarlo, lo aceptaba tal como era, con sus ataques de furia como el que se ha contenido por mucho tiempo y solo es entendido por unos pocos, con su ternura tan particular cada vez que expresaba desde su esencia todo lo que estaba en su interior. Juntos se complementaron y lo que era solo un deseo se volvió realidad cuando sucumbió a lo que tanto había tratado de enterrar, lo que tan ferozmente había negado.

Era ella el motor, estaba llena por dentro. Era él la esencia y toda la conciencia. Se dejaron llevar, escribieron así la historia que aún nadie conoce. Guardan un pacto silente del que solos pocos tienen el privilegio. No cualquiera tiene la fortuna de escribir con ella en la piel, no todos pueden sentir lo que significa poseerla y devolverle el calor que tanto anhela. Su piel guarda su firma, su huella es indeleble.

No todos los escritores la han acariciado, pero quien lo hace se consagra como tal en la exquisitez por el simple hecho de revivir su memoria, la memoria de Greta Garbo de Montblanc.


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