domingo, 7 de diciembre de 2008

Los Pocos Kilómetros de Francia a Suiza


En Guarenas, como cualquiera de las ciudades dormitorio que despiertan a Caracas, el tiempo transcurre distinto: el Huso Horario es diferente que en el resto del país: amanece a las 04:00 am. y a las 10:00 pm. ya es de madrugada.

Allí el sol sólo sale los fines de semana. Durante la semana al salir de casa está muy oscuro y al regresar también, por lo que me he hecho a la idea de que el sol únicamente se enciende en las ciudades en donde el movimiento es mayor y se requiere de su brillo para mantenernos despiertos, pero en las ciudades dormitorio, lógicamente, sólo se duerme. Entonces ¿para qué necesitamos el sol allá?

El viaje comienza a las 04:30 a.m. cuando enciendo el carro y arranca el día. Muchas veces el amanecer me sorprende cuando ya he llegado a Caracas y la holgura de tiempo me permite completar mis horas de sueño dentro del carro. Es inimaginable lo cómodo que puede llegar a ser una almohada de Winnie Pooh y un asiento reclinado.

Mi hermano, quien vive en Ginebra, le contaba el otro día a su profesora de francés sobre cómo es el viaje diario que debemos hacer para llegar a nuestros trabajos. Ella, del primer mundo, claro está, no le creyó. Alegaba que era imposible que si ella tardaba 45 min. de Francia a Suiza para darle su clase del día, yo tardara más de ese tiempo para transitar dentro del mismo país. Esta afirmación me hizo ver que tal vez la autopista Caracas-Guarenas en vez de 24 Km. tiene entonces 240 Km. o será qué nuestras vías son tan pequeñas como lo han sido nuestros gobernantes.

A pesar de que se me revuelve la bilis, ante La Serpiente de Monóxido que en su lento transitar se roba las horas que tengo para relajarme, cada día viajo y recolecto anécdotas en mi bitácora mental. En ese ir y venir, he notado que ni la mejor heladería del mundo debe producir helados tan suculentos como los que vende un señor al final de la Cota Mil dentro de una cava, que ocasiona unas colas fenomenales, por los clientes que recibe en el mero centro de la vía. Les aseguro que por vengarme del tráfico que produce, nunca me enteraré a qué saben sus bien cotizados helados de vasito.

Antes la Cota Mil tenía dos canales más hombrillo, pero ahora por obra de arte, tiene tres canales y punto. La Serpiente de Monóxido se comió el hombrillo y aún así sigue hambrienta. En ese lento transitar me da tiempo de admirar a nuestro Ávila, tan caraqueñísimo. Cuando lo recorro con la mirada me hace preguntar cada vez, como si estuviera en medio de una nota de éxtasis, cuántas criaturas habitarán allí, incluyendo insectos, animales, humanos, criaturas fantásticas. Seguro que si pudiéramos ver bien dentro de esa montaña encontraríamos hadas, unicornios, enanos, elfos, gigantes y así en esas, suposiciones paso las horas de mi viaje.

Durante la época de navidad en las mañanas, se pasea un señor disfrazado de San Nicolás, creo que debe ser el verdadero, que el Ávila hizo que cambiara el Polo por el trópico y vive allí. Él es idéntico al de todas los afiches navideños. Durante el resto del año también se le ve transitando la Cota Mil, pero vestido de civil. Supongo que usa su traje solo para celebrar los días de frío.

Un día por culpa del despertador, llegué a Caracas más temprano que de costumbre, para ser exacta a las 05:00 am., usualmente a esa hora el estacionamiento del edificio en donde trabajo está cerrado, no me quedó más que matar el tiempo transitando en los alrededores y a así llegué al Centro San Ignacio. Allí me conseguí con una manada saliendo de los locales luego de haber disfrutado, como pre-despacho, el concierto de Cerati. En esa fauna vi a dos chicas que parecían sacadas de la fábrica de Osmel Sousa, dándose golpes y debatiéndose el amor del "príncipe azul" que las separaba. Tal era mi ocio, que tuve que dar la vuelta a la manzana para saber en qué había parado la golpiza de esas dos doncellas: ¡Horror! Se estaban tirando vasos de vidrio. Como el príncipe azul no podía con ellas, terminó ayudándole un plebeyo de aspecto temible, que por el traje que usaba, supongo que trabajaba como seguridad del local. La humanidad de una de ellas era, al menos en tamaño, igual que la del Gorilón que ayudaba a separarlas. Pero tal era su euforia que inclusive a él, que se parecía a Mr. T, le costaba dominarla.

Último round y ¡clin!: la contienda la ganó la doncella más bajita. Al menos eso parecía cuando noté que su trofeo azul le reclamaba tan innoble espectáculo.

Segurito que en esa mañana hubo un cambio de solsticio, y por eso el amanecer se hizo eterno, o eso fue lo que entendió mi vejiga, que minutos atrás había distraído su urgencia con la historia épica. Conseguí una arepera para calmar mi apremio fisiológico. Estacioné el carro, me bajé corriendo y de cerquita me dijo un chico algo alicorado:
—Por favor mueve el carro, que me estás trancando.

Tuve que volverme a montar, quitar el tranca pedales, encenderlo y moverlo trancando a otro más. No llegaba, sentía que no iba a tener tiempo de llegar al baño. Me bajé corriendo.

Se me volvió a acercar el mismo borracho. Ante el desespero que sentía para ese momento la connotación de borracho era muy justa. Me dijo:
—Por favor, mueve el carro otra vez que ahora va a salir mi amigo —mientras lo señalaba y otro lo correteaba para que se montara.

Ahora sí, no creía llegar. Me volví a montar, esta vez me ahorré quitar el tranca pedales porque no lo había puesto. Lo moví, me bajé con cara de pocos amigos, entré directo al baño y gloria a Dios en las alturas, no mojé mi pantalón, aunque suene a cuña de Securezza.

1 comentario:

Mariedga Parra dijo...

No te creas que solo en Guarenas el sol sale a las 4:00am, aqui en UK tambien pasa lo mismo cuando es verano...