lunes, 20 de octubre de 2008

Cabaret


Se valían de su belleza para atraer al público. El premio de la noche: llevarse a una de ellas a casa.
Se escuchaba en el fondo a Edith Piaf, brillaba el ambiente art decó esa noche tan especial y glamorosa, el cielo estaba tupido de estrellas acompañado por una luna tan brillante que inundaba el corredor del lugar.
Se reunió allí toda la elite de la ciudad de Lamp. Todos se observaban y regodeaban entre sí, cualquiera hubiera podido pensar que algo ocultaban, lucían sospechosos.
Allí estaban todas, exhibiéndose bajo la luz de los reflectores que resaltaban su evidente belleza, tan desnudas, tan obvias, no solo ellas sino el público que las observaba. Todas eran deseadas, todos querían poseerlas cuando al menos a una.
Paquito y Miranda. Estos dos nunca se separaban y nadie conocía el nexo que los unía, eran el tema favorito de las tardes de té entre las señoras sedientas de ocio. Habían llegado sin rastro a la ciudad de Lamp, que era tan grande como el ojo de un guisante. Estos dos no tenían mucho tiempo de haberse infiltrado entre los lugareños.
Un año atrás Paquito le había jurado a Miranda que esa noche no se iría con las manos vacías.
Comenzó lo que era una especie de subasta.
-Buenas noches, deseo comenzar presentándoles a nuestra Marlene Dietrich, dijo el presentador.
Sí, todas tenían nombres artísticos. Ellos comenzaron a pujar para ganarla y quien se la llevó pagó una suma que justificaba su hermosura.
Guardaron a la mejor para el final de la noche. Los reflectores apuntaron para iluminarla. El presentador engoló aún más la voz para otorgarle la importancia que esta tenía.
- Su piel semeja al marfil y solo se cubre de perlas, con Ustedes nuestra muy querida Greta Garbo
Todos voltearon a verla, se comenzaron a escuchar murmullos carentes de admiración, llenos de sorpresa. El presentador volvió a llamarla al escenario pero hasta el director de escena quedó perplejo al ver que se había marchado. No estaba. Alguien la había raptado y la había liberado del cristal que la cubría.
Esa misma noche, mientras todos estaban allí reunidos Paquito y Miranda desaparecieron sin dejar huella, evidentemente ellos se la habían llevado. Nada en estos dos había sido cierto, ni siquiera sus nombres, tampoco su estilo de vida, dijo más tarde el comisionado de la policía.
Era entrada la madrugada, cuando huyeron en un convertible rojo de asientos de cuero blanco a toda velocidad, evitando ser apresados, ansiosos por estar lo más lejos posible de la ciudad de Lamp y de su gente pero sobre todo de la policía.
-No pierdas tiempo y sácala de la cajuela que quiero saber si está bien, espero que no haya sufrido ningún maltrato. Dijo él
Ella la sacó del estuche y juntos evidenciaron su belleza, inmaculada, no había sufrido daños. Para él que no hubiera podido pujar por esa pluma Greta Garbo de Montblanc bien valía el susto que habían pasado.
Días más tardes los habitantes de la ciudad aseveraron que fueron timados de muchas maneras. Estos no solo se habían llevado la estilográfica del concurso, sino que también aprovecharon el resto de la noche para llevarse de sus casas un Picasso y un Dalí que seguramente ya los tendrían colgados en la pared.

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